martes, 28 de diciembre de 2010

Y Otro Día

En la casa gris, allí donde no hay un solo grafiti en la pared vive Don Manuel, tres perros, un gato, una tortuga y un gallo. Lucinda se encarga de espantar a los sospechosos, para ella todo lo que se mueva lo es, sus ladridos cruzan cuadras y cuadras mientras otros caninos solidarizan con su ocupación. En medio de la sinfonía de gruñidos Pinta corre buscando el lugar preciso para hacer otro agujero, cada vez son más profundos y perfectos, Fausto duerme la siesta desde uno a otro amanecer, Romeo el gallo no canta, sufre de faringitis crónica y la tortuga, bueno, es de goma y se llama Tizán; Rayo, el gato, ya tiene más hijos que feligreses el cura. Antes de salir el sol Manuel inspira y expira diez veces, pala en mano con su camisa a cuadros arremangada cubre cada nuevo agujero; silba como los dioses así es que nadie necesita un gallo que cante al amanecer. Lucinda deja de ladrar, Pinta se sienta con cara de yo no fui, Romeo mueve la cabeza al compás y Fausto bueno…duerme. Con el silbido de Manuel despierta Celia, la que trabaja en la casa rosa de atrás a la derecha, hornea pan de canela de tanto en vez, aroma que el viento regala a Diego el de la casa blanca que adelante tiene un ciprés. Todos cruzan con unas monedas donde Don Javier. La panadería se llena a eso de las ocho y seis, en la cola con sus canastas de pan Don Manuel, Celia, Diego, el cura y en la caja Don Javier. Se escuchan los ladridos de Lucinda otra vez, y las miradas caen en la pelada de Manuel que rápido busca su expresión de yo no fui la que combina con un hermoso silbido, las cabezas comienzan a moverse al compás, la cola avanza. Cada uno vuelve a lo suyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario