martes, 28 de diciembre de 2010

Taciturno, La Rosa y el “Vaivén

Taciturno quedaba a las 6 de la mañana cuando la Rosa salía con el pelo brillante las puntas mojadas, la cartera grande para que no le faltara, por si el tiempo, por si la micro, por si la cabeza le estallaba a eso de las seis emprendiendo la vuelta. A esa hora ya arrastraba los pies, Taciturno la esperaba y juraba que bailaba etérea, plácida, sin una sola ojera. La Rosa lavaba los sábados por la mañana cantaba al son de Américo y soñaba en medio del enjuague con Montaner. Taciturno la escuchaba tomado de una escoba al revés, bailando al son a través de cada pie y en una mano la copita de jerez. Antes del almuerzo tocaba la puerta con un toc por dos, fuerte y decidido, con el rostro serio acariciaba a la Rosa con las frutillas, los membrillos, los damascos, lo primero de la estación. Taciturno traía todo fresco_ tan fresco_ decía la Rosa mientras esperaba el toc por dos y la caricia de los sábados, las 48 del año, desde hacían ya 6. No era que Taciturno sufriera peor lo pasaba la Rosa imaginándose, aunque enojada por su interés, que despertaba acompañada de tanto en vez. El verdulero la quería de cerca pero con algo de lejos también porque el Domingo, los 48 del año, desaparecía con sus caricias donde la Inés, el miércoles, los 48 toditos, con la Mónica… pero sólo a la Rosa contemplaba cada mañana a las 6, con ninguna otra bailó con una escoba y la copa de jerez. Taciturno era fiel. Quién sabe, tal vez algún día se decida a abrazarla, cuando comience a oscurecer, para no soltarla hasta que otro día comience a nacer. La Rosa cada Asueto le pide a San Expedito y se queja con San Andrés _ puro vaivén este hombre oiga_ y qué se le va a hacer ya van este año 200 velas… de las urgencias del cuerpo saque la cuenta usted, las del corazón increméntelas por 100.

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