domingo, 21 de agosto de 2011

RAÚL RUIZ

Este era un hombre. Viví­a con su madre. Cuidaba una casa patronal, en el campo de Chile. Un dí­a el hombre encontró un hueso en el jardí­n. El hueso estaba agujereado. Era una flauta ese hueso. El hombre toco música con esa flauta. Y la música se volvió canción. La voz de la canción suplicaba que buscaran los otros huesos de su cuerpo disperso. El hombre y su madre se fueron por esos caminos de Dios y de los mil demonios, buscando los huesos con que componer el esqueleto de aquel cristiano. Y darle santa sepultura. Y vieron lo que vieron, vivieron lo que vivieron. Muchas historias vivieron. Y aunque no se la contaron a nadie, otros la contaron por ellos.

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