sábado, 29 de enero de 2011

Lagrimas

Existen, están ahí, forman parte de nuestro mundo, es más, son parte del cosmos pues también el cosmos las lanza.
 Pueden ser de madera, de sal, de acero, de cacao, de cristal, de espuma, de piel, de jirón de hastío, de pena , de alegría, de tierra, de barro, de lodo, de frío.

Su origen desde incierto a extremadamente intimo, no debe ser revelado por el fabricante según contratos de vergüenza ó timideces bobas, por norma general, simplemente las deja caer para que el breve tiempo las seque, ó las estrelle, ó las parta al borde del diente por insignificancia del que las produce.

Lo cierto que siendo tan pequeñas y con una menos brevedad de la que su intensidad porta, son humildes, hasta el punto de ser incluso renegadas, por corazones avinagrados que las hacen vivir para matarlas en su garganta y negar su nacimiento en una habitación oscura, en una mirada al vacío, en un acobardado suspiro.

Son ellas, están ahí, su historia es sencilla; su vida es intensa.

Poca vida, breve camino, intensa carga emocional; mientras se arrastran para estrellarse contra el suelo, contra la ropa sucia, contra un pañuelo o peor, partir su vida en dos sufrimientos contra el suelo en un bar de carretera.

Caen e intentamos, los salvadores, los que las entendemos, enjugarlas con el anverso oscuro, sucio y ebrio de polvo y civilización de nuestra mano yonki de dolor, salvar su memoria... pero no cuela... no las respetamos, no creamos un acuario con ellas para sumergir los peces de nuestro sufrimiento....

Ellas simplemente mueren, y otras que nacerán de los lagrimales, abrirán la puerta de su cuadra para como salvajes lobos de cuerno azul, estrellar otro millar de ellas y matarlas contra el suelo de nuestra vida, sin sombra de sal, ni de madera ni hastío.


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