Sabido
es también que durante buena parte de nuestra historia republicana la política
estuvo ordenada bajo el modelo de los tres tercios, con una izquierda y una
derecha que alcanzaban el Gobierno en la medida que pudieran captar la adhesión
de los votantes de centro, pero la dictadura interpretó que esta fórmula era el
origen de la inestabilidad política de los ‘70s y quiso desterrarla a través de
un sistema electoral que propende a la formación de dos grandes bloques. El supuesto era que las corrientes
centristas temperarían a estas coaliciones, y así fue en un comienzo, pero con
el tiempo el efecto ha sido la erradicación del centro, antes representado por
los radicales y últimamente por la Democracia Cristiana y los sectores
liberales de la derecha.
Los
hechos muestran que la derecha liberal ha ido cediendo posiciones ante la
derecha conservadora, con una RN siendo hegemonizada por la UDI, mientras que
la DC ha sufrido el mismo proceso al interior de la Concertación, ahora Nueva
Mayoría. Incluso, hace diez años, el
entonces presidente Ricardo Lagos debió intervenir para que los partidos no
asfixiaran electoralmente a la DC porque ya se intuía que el hambre por
acaparar el voto de centro podía significar la desaparición de un partido que
aporta un tipo de doctrina humanista de la que carecen el socialismo, la
socialdemocracia y el liberalismo de izquierda.
Aludiendo
siempre a los hechos, ahora resulta que la Nueva Mayoría se extendió hacia el
Partido Comunista por razones electorales, con la protesta silenciosa e inútil
de la DC que insiste en que el PC repudie a Cuba y adhiera al modelo
democrático tradicional. Luego, en la
elaboración del programa de gobierno de Michelle Bachelet, sólo se tuvo la deferencia
de declarar que los temas que le resultan incómodos a la DC -matrimonio
igualitario, aborto terapéutico, gratuidad de la educación- serían asuntos que solamente
van a ser puestos en debate, sin definiciones explícitas previas, pero esa sola
mención ya ha significado la reacción de algunos falangistas que constatan que
van contra la corriente. No se trata de
la verdad, sino de la corriente de los tiempos, y los tiempos más el binominal afectan
las posiciones moderadas.
En
estas condiciones, el futuro del centro parece poco auspicioso y ya comienzan
las tentaciones para que la DC se disuelva en favor de alguno de los grupos a
su izquierda y su derecha, que no se ven dispuestos a una reforma política que
devuelva al centro su rol como moderador.